Es posible que el lector ya sepa quién fue Ada Lovelace y sienta una enorme curiosidad por el personaje. Si no es así, confío en que este libro se la despierte. En ese momento, el interés por su obra ya se había generalizado. El mundo científico ha tendido a discriminar a las mujeres. Y todos los homenajes oficiales a los descubridores de la doble hélice del ADN pasaron por alto la decisiva aportación de Rosalind Franklin: una injusticia que abochornó a sus colegas varones, distinguidos con el Premio Nobel. No me propongo estudiar aquí las causas históricas de este fenómeno. En todo caso, no cabe duda de que hoy existe un enorme interés por conocer la historia de las mujeres que han contribuido a los avances científicos. Su madre, en cambio, no la desatendió ni mucho menos: hija de un matrimonio ilustrado, que le había brindado una educación lo bastante buena para permitirle moverse en círculos liberales, lady Byron gobernó férreamente la vida de Ada.
Eratóstenes asegura que la ciudad fue destruida en el año y Herodoto día el acontecimiento en torno al añada Tampoco es que se diera credibilidad a todos los elementos de la crónica homérica: así, Heródoto puso en duda que la causa de la guerra iniciada por los aqueos tuviera su origen en el arrebato de Helena y destacó la abracadabrante e irracional negativa de Príamo y Héctor a devolverla, probablemente porque no estaba con ellos, sino en Egipto. Otros siete poemas, posteriores a la Ilíada, entre los que figura la Odisea y que forman parte del Ciclo Troyano, narran los hechos que condujeron a la guerra, lo que ocurrió durante el asedio de Troya y su posterior destrucción, así como el regreso de los héroes a sus hogares. La crónica de Troya, su derrota y su desaparición, siguieron alimentando en Occidente durante siglos el contenido de los libros de biografía. Alguna causa violenta que pudiera acaecer coincidido en el tiempo con la destrucción de Troya, puso fin a la supremacía de Micenas y de Cnosos y facilitó la entrada de Grecia en la Edad Oscura, un triste periodo de dos siglos en los que desaparecieron los palacios, los escribas y la burocracia y, como consecuencia, la escritura. Pero sí es cierto que existió una poderosa localidad, situada al lado del mar y rodeada de una impresionante muralla que coincide con la ciudad de Ilios o Troya y que bien podría ser el escenario de la lucha de la expedición naval aquea versus sus habitantes. Para los griegos y romanos de la Antigüedad no había duda de que la Troya homérica estaba situada en la costa occidental de Asia Menor, en el lugar donde la colina Hisarlik se yergue sobre la llanura, entre los dos ríos que Homero llamó Escamandro y Simois, un lugar que en el curso de los siglos se convirtió en destino de peregrinos, no únicamente griegos y romanos, en busca de los lugares sobre los que Homero había cantado. Octaviano visitó Ilión en el año y mandó renovar el templo de Atenea, destruido por el general romano Fimbria durante la conflagración contra Mitrídates en el
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