
Madrid p. Tenía Portal el cuerpo cuadradote y macizo; las manos anchas; la pierna corta; la cabeza bien desarrollada, pero redonda cual perilla de balcón; el cuello gordo; los hombros altos; las facciones demasiadamente grandes para su estatura, de lo cual resultaba una facies nada vulgar, pero de mascarón de proa; una carofla, como le decían para hacerle rabiar, cuando era chico, sus compañeros en el Instituto de Orense. El claro entendimiento de Portal le inducía a sufrir con risueña cachaza las bromas relativas a su físico; pero el amor propio inherente a la condición humana debía de hacerle sentir a veces su aguijón, y lo revelaba, sin querer, en cierto afectado desprecio hacia la belleza masculina, y en las pullas que nos soltaba a los compañeros a quienes creía mejor tratados por la naturaleza. Nunca había yo reparado la mala gracia y prosaicop. El día en que Portal vino a acompañarme —domingo por señas— estaba el cielo encapotado, cosa no frecuente en Madrid, y el camarada entró hasta mi habitación metido en luengo impermeable barato, de esos que apestan a azufre desde una legua. Portal sonrió, giró sobre sus tacones, se puso de perfil, se volvió de espaldas Ya puede uno salir al campo, hacer cuantas expediciones quiera
Muchas veces hay quien se pasa de listo y es pillado in fraganti sin tener ni idea. La mejor forma de salir del paso si te ocurre esto es una locución original. Mucho cuidado al utilizarla con alguien del sexo opuesto, pues puedes pasarte de picante y no quedar gracioso. Todo depende del contexto.